La antigua Aureliae romana, después castillo musulmán, villa cristiana y barriada despoblada. Es difícil recorrer este lugar y no imaginar como pudo haber sido aquí la vida. 

Oreja, la ruina y el silencio


Muy cerca de Aranjuez, a poco más de 10 kilómetros siguiendo el margen del Tajo, entre vastos campos de regadío y una pared de riscos  nos sorprende una torre en equilibrio. Los restos del castillo musulmán coronan el despoblado de Oreja, una ruina que lucha por resistir en lo alto del promontorio que lo condenó. 

Aureliae, era el nombre que tuvo este asentamiento en época romana, dando origen al nombre actual. Debió ser un lugar estratégico relativamente importante, sobre todo siglos después en época musulmana cuando se levantó su torre defensiva para controlar el vado del Tajo, así como para atacar a tropas castellanas en el s.XII. 

Fue asediado por Alfonso VII durante meses hasta que el sitio se rindió, recuperándose y poblándose la villa con cristianos. Se restauró su castillo, cedido después a la Orden de Santiago que también lo usaron contra las tropas almohades. Pasó siglos después a los Condes de Colmenar y a los Duques de Frías.

El acceso por el sendero más directo y con más desnivel se adentra entre una cresta  y recorre el castillo desde el oeste y por su ladera sur. Entre la roca que lo sostiene todo, se encuentran grandes concentraciones de blandos cristales de yeso. 

Tal vez, haya que tomarse con extrema precaución adentrarse más y cargar más peso en este equilibrio. Quizá sea cuestión de meses o poco años, pero el colapso está asegurado en breve.

Una vez a nivel de la torre se puede contemplar toda la zona desde arriba, llama la atención la gran extensión de regadío y al fondo el río Tajo. 

Junto a la torre se observan antíguos aljibes o depósitos para almacenar el agua. Aunque están en una ruina muy avanzada, en su interior aún se conserva parte de su recubrimiento hidráulico. 

En la cara norte de la torre existe un acceso al interior. Varios pasadizos acceden a un nivel superior ya inpracticable y uno inferior que desciende por unos gastados peldaños a las entrañas de la torre.

Muy cerca del castillo existe una curiosa estructura, posiblemente la ruina de una antígua iglesia. 

A pocos metros, los vestigios de una antigua villa se deshacen con el tiempo y la erosión, cusiosas estructuras de las que sólo quedan algunas paredes y oquedades en el terreno. 

Alguna construcción de esta zona está relativamente entera, conservándose escaleras, puertas y accesos a sótanos. 

Camino arriba llegamos al poblamiento más reciente, pero cuando paseas por la zona y descubres su orografía, entiendes porqué poco a poco, las últimas gentes que aquí habitaban decidieron acomodarse en Aranjuez, Ontígola o poblaciones cercanas, ya que hasta su despoblamiento en Oreja no existió jamás agua corriente ni energía eléctrica. Sus últimos habitantes se las ingeniaban con agua acarreada de otras poblaciones y baterías de coche para alimentar algún electrodoméstico.

La Ermita de la Asunción de Nuestra Señora, todos los años se celebra en su honor una romería, los antiguos pobladores regresan con sus familiares y suelen visitar lo que queda de sus viejas casas.

Esta pequeña barriada lo conforman una sucesión de viviendas en forma de U, con acceso a la calle que se forma en su interior al camino que bordea el cojunto en su exterior. 

Es difícil recorrer este lugar y no imaginar como pudo haber sido aquí la vida. Un pequeño y difícil enclave, que aún llegó a tener una escuela, una maestra, o incluso una persona que se encargaba del correo. Aún así, la ausencia de médico, hacía que las gentes se deslplazaran cuando enfermaban. A los vendedores ambulantes no les compensaba subir esos caminos para lo poco que pudieran ganar. Estos malos accesos, el envejecimiento de la población, las nulas comodidades en suministros básicos, hacían que los más jóvenes se fueran, y los ancianos poco a poco fallecieran. Fueron los últimos que se hicieron enterrar en el pequeño cementerio que aún existe a pocos metros. 

El único testigo que renueva su recuerdo, una reunión que cada 15 de agosto une a los que poblaron aquí en otros tiempos, y evita que su luz definitavamente se apague en la noche del olvido. 


© David Utrilla Hernández 2020. Todos los derechos reservados.

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