El Corpus en Toledo, es más que una procesión que atrae a miles de personas cada año. Locales, forasteros o extranjeros tienen cita un jueves del año, donde la luz, aromas y colores lo inundan todo. Así ha sido hasta hoy, en el que este año histórico rompe una fiesta centenaria, pausando una tradición que no faltó a su cita durante 425 años, la fiesta mayor de Toledo.
Este año nos conformaremos con saborearlo de manera virtual, o a través del archivo de decenas de fotógrafos que lo inmortalizan cada año con muchísima más maestría y experiencia que la mía. Este es mi granito de arena, un evento complicado por su tamaño y cobertura, por la dificultad de maniobra entre tanta gente, pero que se disfruta fotografiando independientemente de la connotación religiosa.
Los días previos, a veces incluso más de un mes, se colocan los toldos por operarios del Ayuntamiento, una maniobra de días en las alturas para conseguir un recorrido procesional bajo palio.
Después de esto las calles ya no son las mismas, la luz se tamiza a través de ellos provocando una tonalidad ocre, la temperatura casi veraniega de estos días baja en la calle y comienza poco a poco a adornarse con motivos florales, faroles y toda clase de adornos religiosos.